Julio 16, 2015
El Nuevo Herald
PEDRO CORZO
La
afortunada idea del escritor y periodista Silvio Mancha de celebrar el
Encuentro del Libro Cubano Exiliado fructificó en dos intensas jornadas en las
que se conocieron autores, se intercambiaron obras y se habló y discutió sobre
las creaciones literarias que abordan a Cuba y lo cubano.
Mancha
compartió la idea con el novelista José Antonio Albertini, los editores Juan
Manuel Salvat y Ángel de Fana, el poeta Ángel Cuadra y los escritores May
Betancourt, Manuel C. Díaz, Andrés Hernández Alende y Alberto Muller, y este
columnista. Al grupo se sumaron otras personas, entre ellas la doctora Rosa
Leonor Whitmarsh y Jorge Grave de Peralta, que el día que se hizo público el
proyecto, se comprometió a crear un blog en el que colocó toda la información
sobre la actividad.
El
trabajo empezó y por más de año y medio se estuvo cocinando un evento que en la
opinión de muchos no tiene precedentes, por el hecho específico que se
reunieron autores y obras que no han sido publicadas ni leídas en su país de
origen, no por la voluntad de sus creadores, sino porque la dictadura imperante
en la isla lo ha impedido.
El
Encuentro tenía un gran propósito y es que por medio del libro, uno de los
fundamentos de la civilización, producir una cita magna en la que se reiterara
la voluntad de mantener vivas las tradiciones más trascendentes de la Nación
Cubana, junto al compromiso de seguir bregando, con la literatura como arma,
por la libertad, la democracia y la soberanía personal de cada cubano.
Otra
querencia era una relación de autores cubanos en el exilio, junto a las obras
de cada uno. Un inventario creativo en el que no falten escritores y poetas,
que a pesar de los retos de iniciar una nueva vida, cumplieron con su afán de
exponer ideas, resultados y sentimientos y, por supuesto, darle una oportunidad
a la última generación de escritores exiliados a que divulguen sus obra y
compartan con otros autores.
Participaron
cerca de dos centenares de escritores que cultivan diferentes géneros
literarios. Se contó con la presencia física de más de mil títulos, algunos de
cuyos autores han muerto, entre ellos Enrique Ros, a cuya memoria se dedicó el
encuentro, Monseñor Eduardo Bosa Masvidal, Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera
Infante, Pura del Prado, Ana Rosa Núñez, Severo Sarduy y José Duarte Oropesa, a
los que habría que sumar una penosa y extensa relación de hombres y mujeres cuyos
restos descansan, al igual que sus libros, lejos de las costas cubanas y que si
circulan en la isla, lo hacen clandestinamente, como el amor que todos ellos
sintieron por su país.
Otra
singularidad de este encuentro organizado por un grupo de personas sin
experiencia en la materia y con escasos recursos, fue atraer a escritores
jóvenes comprometidos a continuar cultivando las tradiciones cubanas. También
denunciar los abusos constantes y sistemáticos de la dictadura contra el
pueblo, y en particular, contra los activistas que recurren al arte para
demandar que sus derechos ciudadanos sean respetados.
Por
otra parte, cincuenta y seis años de censura y represión no han impedido que
cientos de cubanos hayan escrito prosa o poesía en Cuba. Ejemplos sobran. El
novelista José Antonio Albertini escribió Tierras
de Extraño,
el también novelista Armando de Armas creó una obra crítica, La
Tabla,
y el joven Luis Felipe Rojas Rosabal pudo ver impreso su poemario Para
dar de comer al perro de pelea solo cuando, con pesar y
dolor, abandonó su patria.
El
conteo final. La conclusión al terminar este empeño es que todo salió bien, que
superó las más optimistas expectativas de los organizadores, pero que también
hubo situaciones que deben ser reformuladas.
Por
ejemplo: hay que dejar un espacio físico y tiempo para debates públicos, para
coloquios entre autores y asistentes y que la fraterna más cercana al libro, la
música, también demanda condiciones especiales, porque tanto el joven
violinista Ángel Enrique Pardo-Núñez, como el cantautor Hugo Sánchez, merecen
toda la atención de quienes los escuchen.
El
Encuentro del Libro Cubano Exiliado es ya un compromiso y en consecuencia se
inició la marcha, sin fecha todavía, de rendirle tributo a otro investigador y
creador, también excepcional, el profesor y sociólogo Juan Clark, autor, entre
otros trabajos, de Cuba: Mito y Realidad,
testimonios de un pueblo.
Clark
y Ros son dos autores imprescindibles para aquellos que quieren investigar y
trabajar los asuntos cubanos. Ambos combatieron la dictadura arriesgando sus
vidas en la isla y la siguieron enfrentándola en el exilio con dedicación y
talento.
Con
estas actividades y el trabajo de las nuevas generaciones, se honra la memoria
de todos los creadores cubanos desaparecidos en el destierro.
Periodista
de Radio Martí.